Me acobardó la soledad
Y el miedo enorme de morir lejos de tí
Volvamos a los que nos quedamos en casa. Los que al cerrar la puerta pusimos nuestra esperanza en las redes . 
La esperanza de no quedar tan aislados. Esperanza de contar con ese soporte para atender nuestras necesidades. 
Omitamos la decisión de Netflix de degradar la definición de sus productos o la observación de Mark Zuckerberg sobre las exigencias que sufrirían las redes. Será suficiente con entrar a  la web y comprobar su lentitud, que muchas veces culmina con el fracaso de la comunicación.
Entonces  buscamos nuestra clave de usuario de algún supermercado digital. Logramos entrar, después de varios intentos a su página y encontramos colgado el cartel “sitio en mantenimiento”. Un disparo directo al corazón de la cuarentena, que nos lanza a la calle y a la imprudente cola, desconociendo todo principio de aislamiento que se quiera señalar.
 
 
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