miércoles, 19 de agosto de 2020

Momento XII

Postscript. 150 días de encierro y de mentiras


El 18 de marzo comencé el libro de Bitácora de la Cuarentena, para registrar las peripecias que nos depararía transitar por esas revueltas aguas.

Hace 2 meses publiqué bajo el título de "El coraje de vivir", un resumen de aspectos oscuros, de manejos indescifrables en clave republicana y democrática, y dejé planteado el inevitable riesgo de vivir y la imperiosa necesidad de hacerlo sobreponiéndonos al miedo paralizante, que siempre nos ofrece la tentadora promesa de abrigarnos.

Hoy quiero cerrar esta bitácora con un mensaje final qué, vistas las condiciones en qué está la nave y con la esperanza de anunciar una profecía fracasada, he decidido titular "Antes del naufragio".

Sinceramente siento que llegamos a un punto del cual debimos alejarnos hace meses, según consta en referencias y comentarios publicados en las primeras semanas de una cuarentena interminable qué ha dejado exangües al país y a sus habitantes.

Hoy podemos comprobar que hemos tolerado una pérdida de tiempo, por la falta de acciones complementarias al confinamiento que, sin ellas, ha provocado la parálisis y el empobrecimiento profundo de la población.

Ya no puedo ver el camino como una ruta de navegación de la cual valga la pena llevar registros, que alguna vez pudieran servir para señalar aciertos y errores.

Hoy la nave parece no tener rumbo, pero como en el Titanic parte de la tripulación se entretiene con banalidades y se preocupa por mezquinos intereses particulares.

Los pasajeros desconocen que están embarcados y ayer se apropiaron de calles y de plazas, repudiando los juegos de poder en que se entretienen mandatarios vaciados de sus mandatos.

Después de correr de manera repetida cada 15 días el horizonte, ahora le han puesto fecha. "El día de la vacuna" será el día final de la cuarentena.

Para que podamos ser testigos de ese amanecer los que hemos transitado este insólito tiempo, es necesario romper, -otra vez romper- los protocolos establecidos para aceptar una vacuna cómo conveniente y adecuada.

Para eso es necesario dar por tierra con los plazos que las buenas prácticas y la prudencia hace necesario dedicar a las pruebas que nos den la seguridad de que el remedio no sea peor que la enfermedad.

Tan desesperado es el intento de sugestionar con la promesa de una vacuna, qué quien la  producira se ha atrevido a decir que la va a fabricar aún antes de que terminen las pruebas y si las pruebas son negativas va a tirar la producción, aunque se trate de 140 millones de dosis…!

El desembarco de ayer, con millones de personas en las calles, es el final de este cuento. Ahora tal vez empiece otro, tal vez menos épico, un poco más lejos de una lucha descarnada por la vida, pero tal vez mucho más cerca de expresar el sentimiento trágico de vivir. 

Vivir por los ideales, por las ilusiones, vivir por los valores y por los afectos, estar disponible al esfuerzo, al dolor y al peligro por metas individuales o comunes, que cada uno levanta como la bandera que ha elegido servir y defender.

Nadie puede reemplazar la potente decisión de la voluntad de un hombre o de una mujer, que en pleno uso de su razón, decide tomar riesgos, soportar dolores o esforzarse más allá de sus propios límites.

Nadie tiene derecho a detener a ese hombre o a esa mujer, con el argumento devaluado de qué pretende cuidarlo o cuidarla, ejerciendo un paternalismo descomedido, irrespetuoso, imposible de cumplir, en la escala de valores preferidos por quién ha decidido darle a su vida un sentido.

Por ese motivo esta será la última entrada de "Bitácora de la Cuarentena" La cuarentena a muerto a la edad de 150 días y lo que pasará después ya no pasará dentro de ella sino después.

Hubiera querido que este cierre fuera bailando en la cubierta y celebrando un arribo a puerto con felicidad, de la tripulación y el pasaje completos. Pero el barco perdió el rumbo, la tripulación se entretiene en cualquier cosa y los pasajeros ya bajaron en el puerto.